QUIQUE DACOSTA Hace tiempo que queríamos entrevistar a Quique Dacosta y, a veces, los deseos se cumplen. Esta vez nos esperaba una hora y media de camino. Llegamos temprano, media hora antes, porque no hay como ir lejos para llegar antes. El restaurante de Quique se ubica en una villa blanca en las afueras de Denia, cerca de la playa. En esta época del año, la Costa Blanca se sumerge en una tranquilidad casi palpable. La urbanización El Poblet, donde se ubica el restaurante, parece existir en una dimensión aparte, como si fuera un escenario de ficción cuidadosamente diseñado: construcciones de líneas limpias y fachadas blancas, bañadas por esa luz del Mediterráneo. El fotógrafo se baja del coche atraído por esa luz especial. Nos perdemos en ideas difusas sobre las vanguardias, su poder de ruptura, la capacidad de inventar lo que no existía y cambiar visiones. De pronto, el barrio revive. Grupos de personas caminan. Algunos hablan, otros van con cascos. Son los trabajadores del restaurante. El sonido sordo de sus pasos y el murmullo de sus conversaciones son el preludio de la sinfonía culinaria que está a punto de comenzar. Quique Dacosta EL ARTE DE (RE)CREAR(SE)
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