ÁNGEL ANTONIO BLASCO PELLICER Magistrado del Tribunal Supremo Consejo General del Poder Judicial con la consecuente eliminación de la posibilidad de efectuar nombramientos. A partir de ahí, el Supremo no funciona con normalidad. Las personas que forman parte de la sala se van jubilando y no son sustituidas. Desde entonces, el esfuerzo que hay que hacer es muchísimo mayor y el resultado, a veces, no es todo lo satisfactorio que uno querría. Al Tribunal Supremo hay que ir, no a trabajar muchísimo, sino muy bien. Se debe reflexionar mucho sobre las cosas que se dicen y es evidente que cuanto menos gente más asuntos que resolver, menos tiempo por asunto, menor calidad y mayor lentitud. Ahora mismo somos siete jueces, cuando deberíamos ser trece. Dejando esto de lado, estar en el Supremo es una experiencia fantástica porque puedes poner negro sobre blanco todo lo que has aprendido y dirigirlo al servicio de la justicia, de la ciudadanía. Es una función socialmente impagable. No hay que olvidar que este Tribunal es referente para los diferentes tribunales del orden social en España. El resto de operadores jurídicos asumen su doctrina si les convence. Se trata de una responsabilidad tremenda, pero siempre es una responsabilidad compartida porque resuelve la sala. “El Supremo es referente para los diferentes tribunales del orden social en España. Se trata de una responsabilidad tremenda”. ¿Qué prefiere, casación ordinaria o unificación de doctrina? ¿No cree que esta última no avanza tan rápido como los cambios legislativos? Sin duda alguna, prefiero unificación de doctrina. La casación ordinaria es un recurso muy parecido al de suplicación, en que se pide al Supremo que revise los hechos que quedan probados en la sentencia recurrida. Además, está limitada a pocos asuntos. La unificación de doctrina comprende todas las
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