COMUNICAV 32_33 SEBASTIÁN ROA UN REBELDE DE LA PALABRA En definitiva —se apasiona— los atestados son relatos: “Al fin y al cabo lo que estás haciendo es contarle a un juez lo que has hecho en una investigación que, a lo mejor, ha durado meses. Y tú tienes que describir, por ejemplo, lo que ha hecho una banda criminal, en qué fecha lo hicieron. Y vas contando cómo obtienes los indicios para saber quiénes han sido, cómo los sigues, el día que los detienes. Al final, es un relato contado cronológicamente para que el juez, el abogado defensor, el fiscal lo entiendan”. Vale. Pero qué tiene que ver —nos preguntamos— un atestado con una novela. Como casi todas las buenas escrituras de vanguardia, la de Sebastián surge de un gesto de rebelión. Nos explica que los atestados se siguen escribiendo como en el siglo XIX y se siguen utilizando estructuras y giros que ahora resultan arcaicos (sí, conocemos esos gerundios, paseando por las páginas) y, por qué no hacerlo, Sebastián se rebela contra ese estilo de escritura decimonónico. Ya no nos sorprende que el salto a la escritura ficcional también sea una historia curiosa, casi por azar. En la época del auge de los foros de discusión en Internet , comenzó a participar en uno de ellos en el que se debatía de política internacional. Aquí hacemos un paréntesis para añorar en conjunto la época en que Internet era una espacio de intercambio de ideas, de disenso respetuoso, y no un espacio de insultos y de odio. Retomamos, de aquel foro, Sebastián encontró un antagonista respetuoso, con el que discutía bastante. Un día su antagonista escribió una especie de pequeño relato sobre el enfrentamiento entre israelíes y palestinos. Entonces, Sebastián, para llevarle la contraria escribió otro relato breve. Como buenos contendientes, ambos elogiaron el resultado. Tal vez la rueda hubiera empezado a girar hace un tiempo con esos atestados fuera de lo común, pero este primer relato encendió la chispa y le hizo preguntarse: “¿Y si esto lo exploto?”. Y todo empezó como un juego, nos dice. Por suerte, había vuelto del pasado aquel niño que escribía historias. LLEGA LA PRIMERA NOVELA La primera novela fue un especie de thriller, político-bélico, que escribió sin ánimo de publicar. Pasó el tiempo y, en Internet, descubrió una editorial en la que publicaban novelas que coincidían con la temática de la que él había escrito. Y, a instancias de su mujer, que, muy sabiamente, le dijo: “El no ya lo tienes”, la mandó y se volvió a olvidar. Al cabo de unos meses lo llamó el editor y le informó que querían publicar la novela. Sebastián no podía casi entender lo que estaba escuchando, en ese momento, ni siquiera sabía cómo funcionaba el mundo editorial ni cuál era el siguiente paso. Como sucede con los buenos escritores, la escritura empieza con la lectura. Como dice Borges en su poema El lector: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito;/ a mí me enorgullecen las que he leído”. Así, la aventura de escribir novelas históricas, para Sebastián, también empieza con la lectura, porque era y es “un friki de la historia” y un ávido lector. Entonces, ya estaba vinculado con el género como lector y, cuando vio que era capaz de escribir una novela entera, lo siguiente fue lanzarse de lleno a la novela histórica, luego vinieron los premios y así llegamos a su novena novela publicada, Sin alma. —¿Hay algo de rebelde en tus escritos? —Soy muy rebelde. Tal cual lo has dicho.
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